-“En el hemisferio
boreal las civilizaciones ancestrales han dejado como herencia a las
generaciones futuras sus mitos que al igual que las ciencias, tuvieron su
origen en el contacto del hombre con la naturaleza que lo ha modelado. Los
pueblos celtas por ejemplo, uno de los mas antiguos de Europa, han acuñado una mixtura, un sincretismo entre
los ritos paganos y los civilizados derivados del Cristianismo…”. De esa manera
se expresaba el conferencista una noche de otoño gélido, la última noche del
mes de octubre en el salón parroquial de una aldea de la costa irlandesa.
Corrían años de hambruna y miseria –no solo material-.
Habían transcurrido pocos años del fin de la II Guerra Mundial, el
descreimiento y la desazón cundía a todos los niveles. La asistencia a la
disertación era escasa, un fiel reflejo de los tiempos que corrían, personas de
edad avanzada y niños de corta edad. Los de edad mediana, fueron victimas de la
conflagración o emigrado en busca de mejores horizontes. El
remate de la conferencia tenía en los tópicos tratados un enfoque clerical,
pues el propósito de la misma era alejar de las mentes de los aldeanos las
ideas erradas y nefastas, de que los males los atribuían a fuerzas malignas
intangibles. Ya casi al terminar, el disertante: “pidió paz y prosperidad para
todos los sanos de espíritu y puros de corazón”.
Simultáneamente un relámpago deslumbrante e inmediatamente
un estruendo acallaron las voces en el salón, que por unos instantes quedó a oscuras, luego un
silencio sepulcral, y en medio del mutismo se oyó primero levemente un siseo o
murmullo que venía del exterior, mezclado con el viento y una tonada ejecutada
con flautas y percusión primitivas. Un estallido y se incendió un seco y
corpulento árbol frente al templo. Los asistentes se arrimaron a las ventanas:
una escena dantesca se desplegaba en el
exterior, una gran hoguera y danzando en
derredor un nutrido grupo de informes figuras, que se podían identificar
únicamente por las sombras que proyectaban sobre la blanca superficie de la
primer nevada. Las figuras eran grotescas, se contorsionaban al son de flautas
de pan ejecutadas por seres mitad humano y animal, otras eran figuras de corta
estatura que realizaban inverosímiles saltos, de la hoguera se desprendían
vapores amarillentos y un aroma acre. Al unísono los danzantes callaron, la
crepitante hoguera se fue consumiendo y todo quedó en silencio.
Se pudo encender la luz en el salón parroquial, y los
asistentes se agruparon y salieron en silencio, detrás del último marchó el conferencista llevando
un farol encendido, que al acercarlo al sitio donde poco tiempo antes se
desarrolló la “reunión”. Observaron las huellas en la nieve, todas sin excepción
eran de animales: pezuñas de dos dedos, garras de aves, pies deformes como de
alguien lisiado. Cada aldeano retornó a su casa, y al despuntar el alba con los
primeros rayos solares, se comenzó a derretir la nieve desapareciendo las
inquietantes huellas observadas a la luz
del farol.
Al retornar las tareas diurnas, cundió por la aldea desazón
y temor. Varias amas de casa al preparar el desayuno con la leche recién
ordeñada, ésta se cortó. La mayoría de los espejos de tocador y baño estaban
astillados, lo más alarmante fue la desaparición de media docena de bebés de
sus cunas, y en su lugar se encontraron crías de alimañas del cercano bosque.
Al subir la marea matutina se aprestaron las embarcaciones de los pescadores, y
al recoger las redes las hallaron chamuscadas, como si las hubieran quemado,
mantenían su apariencia, pero al tocarlas se disgregaban en un polvo parduzco.
Todos sin excepción, grandes y chicos recogieron frutas, pan
recién horneado, dulces, y formando una larga fila se encaminaron a las
cercanas colinas donde se hallaban ruinas de los primitivos celtas. Depositaron
lo que portaban en un claro del bosque donde se alzaba un agrupamiento
conformando una mesa y detrás un monolito con tallados grotescos. Estuvieron
hasta la caída del sol encendiendo en la mesa una hoguera, entonando cánticos
en lengua celta. Ya oscurecido comenzaron a danzar la misma música de la noche
anterior tocada por los originales ejecutantes.
Al amanecer la aldea no mostró signos de actividad alguna…
hasta la actualidad.
Dublin, agosto de 2010.