sábado, 31 de diciembre de 2011

AULLANTE PLENILUNIO

Es noche cerrada. En el nosocomio hay un silencio pesado. Al recorrer los pasillos, el celador nocturno se asoma furtivamente a las puertas entornadas de las habitaciones alineadas a ambos lados, al final del pasillo hay un gran ventanal por el que penetra la claridad que proyecta una clara y límpida luna llena, se detiene a contemplarla, se agacha y recoge algo caído en el piso haciendo tintinear el abultado llavero que porta enganchado a su cinturón. Al dar vuelta un recodo del pasillo llega sus oídos un sordo gruñido y luego un aullido. Se acerca a la puerta de donde parten tales sonidos, en la parte superior tiene una mirilla por la que atisba lo que en apariencia parecería un animal agazapado en un rincón, que al incorporarse y aferrarse a los barrotes de la ventana tiene el aspecto de un ser humano, que profiere lastimeros gruñidos alternándolos con prolongados aullidos hacia la claridad lunar. Terminada su ronda retorna a la sala de guardia que comparte por igual con enfermeros y facultativos.

-¿Qué tal la ronda don Eusebio, todo tranquilo…..?

-Si como siempre, solo el paciente aullador que al haber luna llena anda alterado….¿Es verdad Dr. que es el séptimo hijo varón de la familia Mendietta, el que tiene el puesto por el bajo de la Torcaza…?

Uno de los integrantes de la guardia, un corpulento y canoso individuo, ataviado con una túnica blanca y con un estetoscopio colgando de su cuello, se pone de pie y abriendo un cajón de un archivador extrajo una carpeta que apoyó sobre una mesa abriéndola.

-“La historia clínica de nuestro “ululante” paciente es digna de destacar por su patético recorrido desde la más tierna niñéz. Su primera infancia transcurrió en un establecimiento rural siendo tratado como un animal más, se lo encerraba en un corral junto con diversos animales domésticos con quienes debía disputar su diaria alimentación. Cuando tenía cierta libertad era llevado con collar y correa a realizar largos recorridos junto a perros con quienes adquirió los hábitos que aún conserva. Desarrolló un fino sentidó de la observación y un olfato infalible. Un buen día se sacudió el yugo, logrando evadirse de su servil-cautiverio. Siendo encontrado deambulando por agentes de la ley en una agreste zona serrana, siendo alojado y alimentado por los miembros del destacamento policial, quienes además notificaron su hallazgo a autoridades sanitarias. El primer contacto no fue para nada pasivo ni pacífico, dio batalla, pero acercándole alimento y agua se lo pudo atraer. Al principio fue difícil la comunicación oral, pero por lenguaje gestual se logró entablar una relación de mayor confianza, y establecer su lugar de procedencia. Las autoridades al allanar el establecimiento rural pudieron comprobar las condiciones de hacinamiento y los motivos de tal tratamiento del “homo canis vulgaris”. Para nuestra clínica es todo un desafío poder llegar a un satisfactorio final en lo referente a una recuperación y lo más crítico y delicado una inserción social, pues el tiempo transcurrido, es uno de los escollos más difíciles a superar. Aún en su alojamiento adopta posturas animales, se alimenta sin usar los miembros superiores, comiendo del plato acuclillado y bebiendo líquidos de igual forma, su contacto con el resto de los internos es de pasividad e inclusive de prescindencia. Todo un desafío para la ciencia etológica, la que refiere los actos y conductas de los seres vivos”.

Al culminar su disertación el Dr. Calegar, sus facciones se alteraron, los ojos adquirieron un brillo siniestro, su canosa cabellera parecía la melena de un felino desaforado. Y arrancó nuevamente a voz en cuello a exclamar:

-“¡¡Un Homo canis vulgaris, tenemos a un Homo canis vulgaris…!!”

ALETEO DE PASOS

Los pasos se acercan sin percibirse el roce sobre las lozas de la calleja, su levedad se semejaba al transitar por un mullido felpudo, ya se acercan al fin de su camino, al pasar bajo la mortecina luz y realizar un giro, se reveló la cruda realidad del enigmático viandante: un lisiado mutilado en sus miembros inferiores que se deslizaba con el apoyo de unas fundas almohadilladas que acallaban su andar……Un ruego completó el periplo: “…por caridad su señoría una limosna para este despojo……. por caridad una ayuda….”