martes, 23 de abril de 2013

LOS QUE SUSURRAN EN LA NOCHE


-“En el hemisferio boreal las civilizaciones ancestrales han dejado como herencia a las generaciones futuras sus mitos que al igual que las ciencias, tuvieron su origen en el contacto del hombre con la naturaleza que lo ha modelado. Los pueblos celtas por ejemplo, uno de los mas antiguos de Europa,  han acuñado una mixtura, un sincretismo entre los ritos paganos y los civilizados derivados del Cristianismo…”. De esa manera se expresaba el conferencista una noche de otoño gélido, la última noche del mes de octubre en el salón parroquial de una aldea de la costa irlandesa.
         Corrían años de hambruna y miseria –no solo material-. Habían transcurrido pocos años del fin de la II Guerra Mundial, el descreimiento y la desazón cundía a todos los niveles. La asistencia a la disertación era escasa, un fiel reflejo de los tiempos que corrían, personas de edad avanzada y niños de corta edad. Los de edad mediana, fueron victimas de la conflagración o   emigrado en busca de mejores horizontes. El remate de la conferencia tenía en los tópicos tratados un enfoque clerical, pues el propósito de la misma era alejar de las mentes de los aldeanos las ideas erradas y nefastas, de que los males los atribuían a fuerzas malignas intangibles. Ya casi al terminar, el disertante: “pidió paz y prosperidad para todos los sanos de espíritu y puros de corazón”.
         Simultáneamente un relámpago deslumbrante e inmediatamente un estruendo acallaron las voces en el salón, que  por unos instantes quedó a oscuras, luego un silencio sepulcral, y en medio del mutismo se oyó primero levemente un siseo o murmullo que venía del exterior, mezclado con el viento y una tonada ejecutada con flautas y percusión primitivas. Un estallido y se incendió un seco y corpulento árbol frente al templo. Los asistentes se arrimaron a las ventanas: una escena dantesca se  desplegaba en el exterior, una gran hoguera y danzando  en derredor un nutrido grupo de informes figuras, que se podían identificar únicamente por las sombras que proyectaban sobre la blanca superficie de la primer nevada. Las figuras eran grotescas, se contorsionaban al son de flautas de pan ejecutadas por seres mitad humano y animal, otras eran figuras de corta estatura que realizaban inverosímiles saltos, de la hoguera se desprendían vapores amarillentos y un aroma acre. Al unísono los danzantes callaron, la crepitante hoguera se fue consumiendo y todo quedó en silencio.
         Se pudo encender la luz en el salón parroquial, y los asistentes se agruparon y salieron en silencio, detrás  del último marchó el conferencista llevando un farol encendido, que al acercarlo al sitio donde poco tiempo antes se desarrolló la “reunión”. Observaron las huellas en la nieve, todas sin excepción eran de animales: pezuñas de dos dedos, garras de aves, pies deformes como de alguien lisiado. Cada aldeano retornó a su casa, y al despuntar el alba con los primeros rayos solares, se comenzó a derretir la nieve desapareciendo las inquietantes  huellas observadas a la luz del farol.
         Al retornar las tareas diurnas, cundió por la aldea desazón y temor. Varias amas de casa al preparar el desayuno con la leche recién ordeñada, ésta se cortó. La mayoría de los espejos de tocador y baño estaban astillados, lo más alarmante fue la desaparición de media docena de bebés de sus cunas, y en su lugar se encontraron crías de alimañas del cercano bosque. Al subir la marea matutina se aprestaron las embarcaciones de los pescadores, y al recoger las redes las hallaron chamuscadas, como si las hubieran quemado, mantenían su apariencia, pero al tocarlas se disgregaban en un polvo parduzco.
         Todos sin excepción, grandes y chicos recogieron frutas, pan recién horneado, dulces, y formando una larga fila se encaminaron a las cercanas colinas donde se hallaban ruinas de los primitivos celtas. Depositaron lo que portaban en un claro del bosque donde se alzaba un agrupamiento conformando una mesa y detrás un monolito con tallados grotescos. Estuvieron hasta la caída del sol encendiendo en la mesa una hoguera, entonando cánticos en lengua celta. Ya oscurecido comenzaron a danzar la misma música de la noche anterior tocada por los originales ejecutantes.
         Al amanecer la aldea no mostró signos de actividad alguna… hasta la actualidad.
                                  Dublin, agosto de 2010.  

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